martes, 9 de octubre de 2007

CORAZONES LISTINES


Sí, Susana, tal vez me lea el libro. Por lo menos la portada de la edición que veo en internet es sugerente: corazones de colores. Corazones inteligentes.
Regresar de un curso así es también una pequeña aventura. Adaptarse otra vez al ruido. Al de dentro y al de fuera.
Hemos vivido tres días en una burbujita.
Me ha recordado mi época más "cursillista": un curso de Derecho, y enseguida los demás de literatura, de cine y de teatro, durante varios años. En Ávila y en Santander, en La Magdalena. Quedan algunas fotos, algunas personas: la mayoría fueron flor de un día; algunas estuvieron un tiempo y se fueron. Antonio permanece.
Durante esos días en Lugo formamos una de esas comunidades de guardarropa de que hablan los sociólogos de la modernidad líquida. Llegamos a un lugar, dejamos la ropa en el vestuario y durante un corto tiempo experimentamos emociones que nos han hecho creer que compartimos algo importante. A continuación, recogemos nuestra ropa y cada uno se va por donde ha venido, a otra parte o a la soledad, porque no hacemos más que ir y venir y marcharnos.
Experiencias así ya las he conocido. Tiendo a decepcionarme. Por eso no pedí teléfonos, y el mío se lo di a quien me lo pidió, como a María. Sólo a ti te pedí tu dirección de correo. «Desde mi corazón», me dijiste. Ah, claro, eres la profe. Pero eso no basta, no hubiera sido suficiente. Ha habido algo más.
En Lugo y en el Hay Festival, unas horas en Segovia, he vuelto a estar en mi salsa, he vuelto a ver un rinconcito del territorio imaginario en el que me gustaría vivir.
Hacía mucho tiempo, años, que no me sentía con la capacidad de formar parte de algo. ¿Algo? Hum, bonita indefinición para un escritor, ¿eh?
Tal vez, Susana, haya sido tan sencillo como hacer cosas que me gustan, hablar en algunos momentos de lo que me interesa, lo que quisiera ser, al menos por un tiempo, por ese tiempo y en ese espacio compartidos... Y no tener que hacer el desayuno ni malcenar por ahí de tapas o solo en casa, por supuesto.
Ah, y en Lugo volví a hacer algo el payaso. Lo tenía arrinconado, ya casi ni me acordaba de mi vena histriónica, a la que di rienda suelta en las dramatizaciones aquí en León, y en La Magdalena, con Boadella, en días también inolvidables. No hay muchas posibilidades de hacer el payaso, en el mundo de insulsas máscaras que habito.
Así que, Susana, no prescindiré de tu voz ni de tu mirada.
Desde mi corazón.