sábado, 16 de mayo de 2009

LOS POETAS ESCRIBEN CANCIONES

¿Cuántas veces nos emocionamos escuchando una canción?

¿Y cuántas leyendo un poema?

¿Dónde están, entonces, los poetas? ¿Son esos tipos ególatras que escriben frasecitas que no entiende ni su padre, o los que escriben canciones, letras y acordes, con la pretensión, no de "hacer poesía", sino simplemente de componer una canción?

Esos poetas pedantes dirán que necesitamos estar preparados, cultivarnos, un entrenamiento, para entenderles. Es cierto. Es la misma pedantería insufrible de quien esculpe un morrillo y necesita de una larga explicación para que el público lo entienda. Arte conceptual, dicen. Pero las grandes obras, plásticas o literarias, no necesitan de largas explicaciones. Nos gusta Velázquez en sus Meninas, y luego ya podemos estudiar la composición, la atmósfera o lo que queramos. Gustará al que no está preparado y al erudito. Igual con el Quijote, y eso que Cervantes, al parecer, de la obra que estaba más orgulloso era del Persiles. Pero el Quijote se leía, en sus tiempos y ahora. Que los eruditos le saquen el jugo. Perfecto. ¿Escribe el poeta, esculpe y pinta el artista para el erudito, o para cualquiera? Con el truco de que hay que entender y prepararse, intentan que los demás pasemos por ignorantes. No dicen «esto me gusta o no me gusta por esto o por lo otro», sino «esto es bueno, esto es sublime, es genial, es...» o cualquier otra vacía hipérbole. Porque, si a nosotros no nos gusta, es que no estamos preparados, es que no hemos adquirido el lenguaje o no entendemos su propuesta o no sabemos descifrar sus códigos o cualquier otra vaciedad para hacernos quedar como ignorantes. Entiendo que a veces pueda ser así, que los gustos de las generaciones venideras no serán necesariamente los nuestros, pero desde luego no siempre, ni mucho menos tanto como se dice del arte contemporáneo.
Mis poetas de ahora están en Nena Daconte.

Conduzco, me alejo del mar, llevo en el maletero el peluche y el vestidito, la novela y las camisetas, el chocolate y la mermelada de arándanos, rojos y azules...

«Vivo queriéndolo todo y no tengo nada.
Tengo las horas contadas contigo
y no te lo he dicho.
Vine buscando mi suerte a este lugar.
Por eso, ahora no tengo adónde ir
(...) paparapara paparatirapapara...»