sábado, 9 de mayo de 2009

REGALOS

Después de la crisis del lunes, he intentado comprender, dar salida, metabolizar, no sé cómo decirlo, qué lenguaje es el apropiado para mis sentimientos y emociones de esta semana. Sueño, me despierto con un pequeño sobresalto, lloro, me entristezco, imagino.
He ido a ver el mar. He dado un largo paseo por el camino que hay entre los cerros, hasta la Providencia. Y en el centro comercial de Oviedo le he comprado al bebé un vestidito con florecitas de color rosa y un camello azul que, cuando le estiras el cuello, suena una canción, y hoy lo he enviado al correo, con un trocito de mi alma dentro.

LOS PECADOS GRIEGOS DE JAVIER TOMEO


Dice Javier Tomeo que convoca a los personajes en el espacio del papel en blanco (¿o de la pantalla en blanco?), y que luego ya ellos hablan y hacen un poco lo que les parece. Javier Tomeo tose con frecuencia, mira hacia la enorme puerta corredera desde donde la gente asoma, curiosea, pasa de acá para allá; le pita el móvil y nos pregunta cómo se para eso, a los tres espectadores o contertulios de la presentación de su última novela, Pecados griegos. Exactamente, dos y el presentador. Cuando ya llegan las siete, nos firma los libros, dibujando a Fedra y a Godofredo. Por allí hay niños curioseando las ilustraciones y los libros expuestos, poque estamos en una sala de exposiciones, una especie de pasillo grande. A Tomeo le gustan los niños. Yo siempre he creído, por las entrevistas y lo poco que he hablado con él, que es un tipo de una gran sensibilidad, que contrasta con su corpachón y sus facciones de boxeador. A una niña le dice: «¿A qué peluquería vas?». Y la niña le contesta que a ninguna, que las coletas se las hace su madre. Tomeo ha venido en un Talgo, muy cómodo, dice. Cuando salimos de aquel sitio inhóspito, que a Tomeo le cuesta, porque usa bastón y tiene que subir escaleras y no hay ascensor, otra niña, ya bastante más mayor, entra en el edificio con una bandeja y lo que parece una empanada. «¿Me das?», le dice Tomeo. Y la niña grande se vuelve, sonríe y se va, como yo, después de darle la mano al escritor.
(Fotografía de Javier Tomeo de Alberto Estévez, agencia EFE)