lunes, 4 de octubre de 2010

BLANCA OTEYZA

Es la primera vez que espero a la salida de un teatro para ver a los actores. Bueno, la segunda. La primera fue hace años, a la salida del Emperador, para ver a Blanca Oteyza. Los hábitos tienen sus excepciones, y en mi caso esa excepción es Blanca Oteyza. Creo que la vi por primera vez en El principio de Arquímedes. Me gustan su sonrisa, su mirada, su delgadez, su naricilla. ¿Sólo porque se parece a una mujer de la que estuve enamorado? No sólo, porque Blanca Oteyza es para mí una mujer llena de encantos. Una mujer para enamorarse. Y una muy buena actriz, que domina varios registros y que transmite una gran fuerza en escena. El caso es que, en aquella ocasión, después de ver Hoy: el diario de Adán y Eva, me cansé de esperar. Ahora, animado por Yolanda, esperamos a la salida del Auditorio. Me siento un poco nervioso, la verdad. ¿Será por enfrentarme a una mujer que me gusta a rabiar? Puede ser. Y también por el pudor de acercarme a quien no conozco. Y porque no me gusta demasiado esa liturgia de las fotos. ¿Qué le puedo decir a quien no me conoce, cuando acaba de salir del trabajo? Pienso que los actores estarán cansados, hambrientos. Yolanda me dice que les gusta que les digas que han estado muy bien, y quizás tenga razón. Lo cierto es que me siento inquieto y aflora mi timidez. ¿Qué se puede decir, más allá del tópico, en un breve encuentro entre unos desconocidos? O tal vez no tanto. El público ha conocido, ha vivido, durante casi un par de horas un mismo espacio y una misma ficción con los personajes. El público que yo soy siente emociones. ¿Y el actor? Como dice el personaje en la obra, en una reflexión sobre el teatro, también el público está ahí y se hace presente durante la representación. Así que, un poco a mi pesar, con una mezcla de pudor y excitación, adopto el papel de público, del fan que busca individualizarse ante la actriz. Y le entrego el móvil a Yolanda, para plasmar la imagen buscada, la instantánea de unos minutos con una mujer tan hermosa.