domingo, 14 de septiembre de 2008

EL MÍTICO JOSEPH CAMPBELL



En esa parada madrileña compro El héroe de las mil caras: psicoanálisis del mito y Los mitos. Su impacto en el mundo actual.


Llego a Campbell a partir de dos caminos: El viaje del escritor, de Christopher Vogler, una aplicación del monomito a la escritura y en especial al cine, donde rastrea su influencia; y, cómo no, de La guerra de las galaxias. Campbell fue uno de los mentores de George Lucas, y su viaje del héroe está presente en toda la saga, en especial en la primera película, es decir, el Episodio IV.


Picando en internet, leyendo referencias en libros, llega un momento en que el hambre y la curiosidad sólo se sacian leyendo los libros de referencia.


Comienza bien El héroe de las mil caras. El asunto psicoanalítico (versión Jung, los arquetipos y el inconsciente colectivo, y que por cierto no figura como subtítulo en la edición en lengua inglesa, The Hero with a Thousand Faces) me echaba para atrás, pero Campbell dice que adopta el psicoanálisis no como un dogma, sino como el mejor instrumento disponible para aprender la gramática del símbolo, y que sin aceptarlo como la última palabra, puede servir como un método de aproximación al mito, «la entrada secreta por la cual las inagotables energías del cosmos se vierten en las manifestaciones culturales humanas». Ahí es nada, amiguitos.

Campbell escribe algunos párrafos muy bellos, poéticos, apasionados y luminosos, que señalo con lápices rojos, púrpuras y amarillos:

«(...)los héroes de todos los tiempos se nos han adelantado (...) sólo tenemos que seguir el hilo del camino del héroe. Y donde habíamos pensado encontrar algo abominable, encontraremos un dios; y donde habíamos pensado matar a otro, nos mataremos nosotros mismos; y donde habíamos pensado que salíamos, llegaremos al centro de nuestra propia existencia; y donde habíamos pensado que estaríamos solos, estaremos en el mundo.»

EL FACTOR HUMANO: FLORENTINO MORENO Y LUIS MUIÑO

En 8 y Medio me hago con El factor humano en pantalla, de los psicólogos Florentino Moreno y Luis Muiño. Los conozco de los microespacios de RNE, Radio 5 todo noticias. Me gustan sus comentarios sobre psicología ejemplificados con películas. El libro es la edición de algunos de esos textos radiados en su día. El comportamiento, las emociones, el conocimiento, las enfermedades mentales, la percepción, en breves artículos ilustrados con diálogos, situaciones, argumentos y conflictos cinematográficos. Una delicia.
Luis Muiño tiene una web. Para aprender de la gente inteligente: www.elhabitatdelunicornio.net. Y con un título mítico y poético.

UNA PARADA EN MADRID

Paro en Madrid. Así, interrumpo la rutina del viaje. Me gusta por unas horas el bullicio de la Gran Vía. Aparco en la Plaza de España. Pienso en Elena. Nunca me la he encontrado por ahí. Me gustaría verla. Yo frecuento más o menos los mismos sitios, con algunos cambios: la Fnac, la Casa del Libro, un sex shop, un bar, y desde hace tiempo también la librería 8 y Medio. Todo muy a mano, entre la Plaza de España y la Red de San Luis. En la caja de la Casa del Libro me tocan la espalda. Es Cande, una vieja conocida de León. Me presenta a su novio y tomamos una caña. Nos despedimos con cariño. Nunca se sabe cuándo seremos saludados.

SOSPECHOSO A ESAS HORAS DE LA NOCHE

Carretera nocturna. A la mañana siguiente comenzará a funcionar el Gran Colisionador de Hadrones. Agujeros negros que pueden engullir el planeta Tierra. Historias del Apocalipsis. A punto de llegar al hotel, a la entrada del pueblo, las luces y los parpadeos fosforescentes me obligan a detenerme. Me harán soplar, aventuro. Control de alcoholemia, a esas horas de la noche. Nada que temer. Me equivoco. Y en cuanto a la documentación, será por papeles... Son jóvenes. Cuatro, cinco. Tienen el acento de la zona, porque se comen consonantes, y eso les da un aire bastante chusco. Tardo en encontrar la documentación del vehículo. Mi tardanza les da ventaja, tal vez les pone nerviosos. Escrutan el interior del coche con las linternas, pero sigo pensando que no hay nada que temer. ¿Y ese cable? No sé a qué se refieren, hasta que me ordenan abrir la puerta y uno de ellos se introduce en el coche, abre la funda de las gafas, manosea, registra y ya fuera empuña el cable: «Mira, si es casi una de nuestras porras», dice. Al parecer, llevo un objeto contundente. Cada uno ve lo que quiere ver, porque al lado está la barra antirrobo, que sí es contundente y desde luego también es un objeto. Además, el problema es que lo llevo dentro del habitáculo; no habría problema si lo llevara en el maletero. Tampoco si fuera electricista. Pero no, no soy electricista. ¿Y por qué lleva ahí ese cable? Digo lo primero que se me ocurre, que lo habrá puesto ahí el chaval. ¿El chaval es mi hijo? ¿Mi hijo es electricista? No seré yo quien les lleve la contraria, confirmo lacónicamente sus suposiciones y en ese momento me nace un hijo electricista. Me requisan el cable. Me importa un rábano, porque ni me daba cuenta de que lo llevaba. Debe de ser tan antiguo como el coche, y forma parte de la tapicería, es una pieza más que ha pasado desapercibida. Hasta ese momento. Lo requisan. Y si el chaval quiere recogerlo, que vaya al cuartel. Bien, mostrada la documentación, ha llegado la hora de irme. ¿Se ha escapado alguien de algún sitio? No les debe de haber gustado la pregunta, porque me ordenan que abra el maletero. Inspeccionan, tocan, mueven, levantan. Estoy convencido de que no esperan obtener ninguna prueba. ¿Prueba de qué? A la mañana siguiente, la dueña del hotel me habla de las planeadoras que suelen dejar droga en la playa o de terroristas que ponen bombas en la costa mediterránea. Y que a esas horas de la noche habrán sospechado. Pero en ese momento estoy seguro de que ya no esperan encontrar nada. Están a punto de cruzar la frontera que separa la pesquisa del puteo gratuito. Otra vez que les enseñe el carnet. Mosqueado, replico que se lo acabo de enseñar. Que es para tomar nota, dicen. Todo queda en la requisa del dichoso cable. Ya en el hotel, sueño que se me acusa de haber grabado películas porno. El día se lleva las sombras. El incidente con la patrulla ha quedado en un pequeño chuleo y el Gran Colisionador de Hadrones no ha provocado el fin de los tiempos.