Desde que leí El año de la liebre espero con avidez la siguiente novela traducida y publicada en español del finlandés Arto Paasilinna.
Esta misma noche he terminado Delicioso suicidio en grupo, donde el providencial encuentro, un día de San Juan después de la resaca festiva, entre el director gerente Rellonen y el coronel Kemppainen, y la ayuda organizativa de la jefa de estudios Helena Puusaari, nos conducen a uno de los viajes literarios más deliciosos que he recorrido.
Finlandia es un país donde al parecer el suicidio es más que habitual, y Paasilinna novela ese tópico veraz de su país, como suele hacerlo en las novelas que he leído: con humor, con ironía, con una gran ternura y comprensión hacia las peripecias, los fracasos, las pasiones y las debilidades de tipos que se arruinan tratando de reflotar barcos imposibles o enseñando a los escurridizos visones acrobacias circenses.
Los personajes de Paasilinna, en esta y otras novelas, son marginales. Aúllan a la luna o siguen el rastro de una liebre o pasan el tiempo en una cabaña perdida cerca del Ártico. Pero en todos ellos, también en los desesperados y juguetones suicidas en grupo, late el pulso de la vida, la ilusión del amor, la esperanza que ofrecen las pasiones. Así que también esta novela se termina con una sonrisa, e inmediatamente con añoranza, y lo primero que hice al leer la última palabra fue comenzarla otra vez, porque no quería despedirme a esas horas de la madrugada de todos esos hombres y mujeres con nombres y apellidos llenos de vocales repetidas.
A ver si la editorial se da prisa y publica poco a poco toda la obra de Paasilinna, porque he visto que en francés ya tiene unos cuantos títulos más traducidos.
Ah, y otra cosa: además, Paasilinna, por lo menos en las fotos, me cae bien. Parece, simplemente, un novelista con gran experiencia de la vida. Nada más y nada menos que un gran tipo que escribe buenas novelas.
Esta misma noche he terminado Delicioso suicidio en grupo, donde el providencial encuentro, un día de San Juan después de la resaca festiva, entre el director gerente Rellonen y el coronel Kemppainen, y la ayuda organizativa de la jefa de estudios Helena Puusaari, nos conducen a uno de los viajes literarios más deliciosos que he recorrido.
Finlandia es un país donde al parecer el suicidio es más que habitual, y Paasilinna novela ese tópico veraz de su país, como suele hacerlo en las novelas que he leído: con humor, con ironía, con una gran ternura y comprensión hacia las peripecias, los fracasos, las pasiones y las debilidades de tipos que se arruinan tratando de reflotar barcos imposibles o enseñando a los escurridizos visones acrobacias circenses.
Los personajes de Paasilinna, en esta y otras novelas, son marginales. Aúllan a la luna o siguen el rastro de una liebre o pasan el tiempo en una cabaña perdida cerca del Ártico. Pero en todos ellos, también en los desesperados y juguetones suicidas en grupo, late el pulso de la vida, la ilusión del amor, la esperanza que ofrecen las pasiones. Así que también esta novela se termina con una sonrisa, e inmediatamente con añoranza, y lo primero que hice al leer la última palabra fue comenzarla otra vez, porque no quería despedirme a esas horas de la madrugada de todos esos hombres y mujeres con nombres y apellidos llenos de vocales repetidas.
A ver si la editorial se da prisa y publica poco a poco toda la obra de Paasilinna, porque he visto que en francés ya tiene unos cuantos títulos más traducidos.
Ah, y otra cosa: además, Paasilinna, por lo menos en las fotos, me cae bien. Parece, simplemente, un novelista con gran experiencia de la vida. Nada más y nada menos que un gran tipo que escribe buenas novelas.
(Fotografía de Arto Paasilinna de Joël Saras -
1 comentario:
La relación entre dolor y soledad parece ser muy cercana desde mucho antes de sospecharse la más mínima lesión en el alma. Sin embargo, nos une más a las personas la alegría que el dolor?...es cierto que la alegría compartida es doble alegría?.... Y que el dolor compartido es medio dolor? Estas frases hechas no son muy útiles en una actualidad que se resuelve incomunicada….. o a golpes de silencio …
En el caso de la unión por el dolor ajeno, tampoco es fácil conseguir una unión duradera.
Imaginemos a dos personas hospitalizadas, y unos acompañantes que terminan por congeniar tras siete largas noches en vigilia. .. aunque estas personas consigan buenos momentos de comunicación en compañía, seguramente al despedirse, no quieran continuar manteniendo la relación que han comenzado…tal vez quieran desterrar de su memoria todo lo que recuerde a ese lugar, incluyendo a las personas con las que han compartido su mala circunstancia, cualquier relación fuera de aquel lugar en otro tiempo, seguramente les devuelva a aquellos malos momentos...
..parece ser que el dolor no une lo suficiente a las personas, …claro que el dolor,no siempre viene con los problemas….ni los problemas vienen solos…a este mundo que no comprende una compañía paliativa sin nadie.
luzdivina.
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