Pep nos cuenta una teoría acerca del origen del payaso. Antiguamente, se tardaban varios días en montar un chapitó y todas las demás instalaciones de un circo. Por allí andaban unos tipos, unos mirones, los más tontos del lugar. Esos cretinos apenas sabían hacer nada. Estaban allí. Sin más. Miraban cómo trabajaban los del circo. Tal vez, podrían echar una mano y, sin demasiado esfuerzo, sentirse algo útiles...
En los antiguos circos, los caballos eran muy importantes. Pero después de las actuaciones, la pista quedaba hecha un asco. Entonces, al propietario del circo se le ocurrió contratar a alguno de aquellos imbéciles, de aquellos merodeadores que apenas sabían hacer nada. Les dio un cubo y una pala y les envió a recoger la mierda de los caballos. Entraban en la pista, torpes, y delante de la gente se chocaban unos con otros, se empujaban, se resbalaban, se marchaban con la pala al hombro y el cubo, siempre mirando con una mueca bobalicona al público que había comenzado a reírse de ellos. Se reía a carcajada limpia, mucho más que con el resto de números, porque quizás pensaba que aquellos personajes eran una pieza más del espectáculo. Aquello funcionaba. La gente se reía. No había que pensárselo mucho. El circo se fijó en ellos, valoró su éxito y les contrató. Después, otros interpretaron el papel de aquellos primeros imbéciles y el número se sofisticó mucho, pero ése pudo ser el inicio del clown moderno. Al menos, una de sus fuentes.
Las fotos de la serie Imbecilidad son de la fotógrafa mejicana Adriana Martínez, y las puedes ver en http://picasaweb.google.com/weritaranger
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