Ahí, en el escaparate, el último de Paasilinna. Quiero leerlo el fin de semana, y esa misma tarde voy donde Paco, mi librero habitual. Miro y remiro en la mesa de la editorial gris y amarilla. Me oriento bien en las librerías, como otros lo hacen en las discotecas o en el bosque. Paco acaba de recibir las novedades y al fondo hay varias cajas por desembalar. Está cabreado, porque algunos ejemplares le llegan defectuosos. Le jode a Paco que traten los libros como si fueran ladrillos. Llega una clienta. Volveré al día siguiente, sábado, cuando Paco pondrá en mis manos La dulce envenenadora, el último de Paasilinna, aunque esto tiene algo de guasa, porque el finlandés publica por lo menos desde los años setenta (de 1975 es El año de la liebre), y, salvo Delicioso suicidio en grupo, de 1990, los otros tres traducidos son de los ochenta. Y, que yo sepa, el rubicundo y rechonchito Arto sigue escribiendo y publicando. No estaría de más que se tradujeran los libros más recientes y que su edición se alternara con los más antiguos. Tal vez me haga con alguno en francés, donde se le publica más.
GAZAPOS
La dulce envenenadora es el que menos me ha gustado. Aun así, disfruto leyéndolo, a medias en casa y en caminatas por La Candamia, en días claros y apacibles de otoño. Tiene varias erratas, gazapos, errores, incorrecciones gramaticales... ¿Achacables a la traductora? Vale, todos erramos, y el que no, que dé volteretas, pero se supone que en una editorial profesional alguien revisa el texto. ¿No tiene correctores de galeradas Anagrama? Es más, ahora que lo pienso, ¿aún existen las galeradas? ¡¡Eh, editores de Anagrama, contrátenme para corregir pruebas!! Haría mejor labor. Vergi gratia:
PAASILINNA, Arto (2008): La dulce envenenadora. Barcelona, ANAGRAMA (Panorama de Narrativas)
Pág. 67: ... así que Linnea tubo que desistir...
Pág. 73: La pandilla, visiblemente cargados de malas intenciones, se comportó...
(...) Luego se habían metido por la fuerza en la casita y lo habían zarandeado...
Pág. 81: El aroma delicioso de las exóticas conservas inundaron la habitación.
Pág. 140: -Trae garlopa y pórtate como un hombre.
En la página. 153 se corrige: ... una larga estancia en la cárcel por un poco de farlopa...
FINALES
Algo me pasa con los finales de las novelas de Paasilinna.
En El año de la liebre, Kaarlo Vatanen atraviesa con su liebre los muros de la prisión. El molinero aullador sugiere una metamorfosis lobuna anunciada desde el mismo título. En El bosque de los zorros decenas de turistas alemanes se ahorcan por atrapar las salchichas de los cepos. Delicioso suicidio en grupo acaba con una recopilación sobre el fantástico destino de algunos personajes. La dulce envenenadora, por fin, conluye en el infierno
Bien, son finales más o menos fantásticos. Pero me chocan con el resto de la novela. Son historias de personajes al límite, solitarios, borrachuzos, delincuentes, en momentos de crisis, que viven aventuras al límite de lo verosímil. Y, no obstante, el tratamiento es realista. Quiero decir con "realista" escenarios reconocibles y acciones también reconocibles en eso que convencionalmente denominados "realidad". Los finales me resultan abruptos, ajenos, externos al nivel de realidad de la novela que he leído hasta entonces. Oh, me digo, ahí está el guasón de Paasilinna diciéndonos "vale, chicos, no os toméis todo esto demasiado en serio, no ha sido más que una broma, ¿os habéis divertido? Yo, desde luego." En fin, no lo sé, me gustaría saber por qué. ¿No sabía Paasilinna cómo concluir la novela? ¿Esos finales tienen que ver con alguna tradición literaria nórdica, finlandesa?
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