Maïté, en 7 ans. Las botas, la mirada, la nariz, los silencios. También, la histeria y la resistencia agresiva cuando es detenida por los policías que la descubren en el arcén, dentro del coche. Los ojos húmedos, tristes, femeninos. En este fotograma, ofrecida, nunca sabremos muy bien si por amor hacia su marido preso o por deseo hacia el carcelero amante. Tal vez ambas cosas. Para enamorarse a rabiar. ¡Cuántos amores de celuloide, bitácora! Ya sabemos que no nos enamoramos de la actriz, sino del personaje. Pero el personaje no es nada en el cine sin la mujer que lo encarna, que le da cuerpo, voz, mirada y movimiento. Es Maïté-Valérie Donzelli. Si la película que veo resuena dentro de mí una vez que me voy del cine y encaro la calle, y sigue haciéndolo en mis sueños, ha merecido el tiempo de la sala oscura. Será la pulsión escópica o lo que sea. No hemos poseído a Maïté-Valérie, no nos la hemos follado en el coche ni visto así, encima de nuestra cama, en ropa interior negra. Pero ella ha sido la protagonista de esa tarde de otoño, de las palabras en esta bitácora. La forma de su nariz me ha recordado a una mujer, las botas a otra... Esa mezcla de frialdad y deseo que se me antoja tan francesa. Una cierta facilidad para el amor, pero sin banalidad. Maïté-Valérie: la falda, las botas, los pechos blancos, la mirada de pérdida y de deseo.
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