domingo, 14 de septiembre de 2008

SOSPECHOSO A ESAS HORAS DE LA NOCHE

Carretera nocturna. A la mañana siguiente comenzará a funcionar el Gran Colisionador de Hadrones. Agujeros negros que pueden engullir el planeta Tierra. Historias del Apocalipsis. A punto de llegar al hotel, a la entrada del pueblo, las luces y los parpadeos fosforescentes me obligan a detenerme. Me harán soplar, aventuro. Control de alcoholemia, a esas horas de la noche. Nada que temer. Me equivoco. Y en cuanto a la documentación, será por papeles... Son jóvenes. Cuatro, cinco. Tienen el acento de la zona, porque se comen consonantes, y eso les da un aire bastante chusco. Tardo en encontrar la documentación del vehículo. Mi tardanza les da ventaja, tal vez les pone nerviosos. Escrutan el interior del coche con las linternas, pero sigo pensando que no hay nada que temer. ¿Y ese cable? No sé a qué se refieren, hasta que me ordenan abrir la puerta y uno de ellos se introduce en el coche, abre la funda de las gafas, manosea, registra y ya fuera empuña el cable: «Mira, si es casi una de nuestras porras», dice. Al parecer, llevo un objeto contundente. Cada uno ve lo que quiere ver, porque al lado está la barra antirrobo, que sí es contundente y desde luego también es un objeto. Además, el problema es que lo llevo dentro del habitáculo; no habría problema si lo llevara en el maletero. Tampoco si fuera electricista. Pero no, no soy electricista. ¿Y por qué lleva ahí ese cable? Digo lo primero que se me ocurre, que lo habrá puesto ahí el chaval. ¿El chaval es mi hijo? ¿Mi hijo es electricista? No seré yo quien les lleve la contraria, confirmo lacónicamente sus suposiciones y en ese momento me nace un hijo electricista. Me requisan el cable. Me importa un rábano, porque ni me daba cuenta de que lo llevaba. Debe de ser tan antiguo como el coche, y forma parte de la tapicería, es una pieza más que ha pasado desapercibida. Hasta ese momento. Lo requisan. Y si el chaval quiere recogerlo, que vaya al cuartel. Bien, mostrada la documentación, ha llegado la hora de irme. ¿Se ha escapado alguien de algún sitio? No les debe de haber gustado la pregunta, porque me ordenan que abra el maletero. Inspeccionan, tocan, mueven, levantan. Estoy convencido de que no esperan obtener ninguna prueba. ¿Prueba de qué? A la mañana siguiente, la dueña del hotel me habla de las planeadoras que suelen dejar droga en la playa o de terroristas que ponen bombas en la costa mediterránea. Y que a esas horas de la noche habrán sospechado. Pero en ese momento estoy seguro de que ya no esperan encontrar nada. Están a punto de cruzar la frontera que separa la pesquisa del puteo gratuito. Otra vez que les enseñe el carnet. Mosqueado, replico que se lo acabo de enseñar. Que es para tomar nota, dicen. Todo queda en la requisa del dichoso cable. Ya en el hotel, sueño que se me acusa de haber grabado películas porno. El día se lleva las sombras. El incidente con la patrulla ha quedado en un pequeño chuleo y el Gran Colisionador de Hadrones no ha provocado el fin de los tiempos.

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